Sin embargo las derrotas también escuecen por el daño moral que entrañan. Al equipo y a los seguidores. Especialmente a estos últimos, porque la mayoría sienten los colores como mucho más que propios. Es algo más que una ilusión.
En cualquier lugar emblemático de Londres ayer se escuchó hablar en valenciano. En Westminster, en Piccadilly, en Trafalgar Square, y en Harrods y Liberty, claro, se dejaron notar los más de dos mil aficionados que acudieron con toda la ilusión del mundo para acompañar y arropar a su equipo, sin encontrar respuesta en el juego de los suyos, frío como la noche londinense.
Resulta curioso que este partido no se haya correspondido en absoluto con el pensamiento previo al inicio de la liguilla, porque se presumía de mero trámite. Todos imaginaban que para entonces el líder de la competición sería el Chelsea y que el Valencia tendría asegurada la segunda plaza. Castillos en la arena, y por eso el Valencia deberá hacer ahora reflexión de lo que ha sido su trayectoria en el torneo, con más decepciones que alegrías.
La Europa League queda ahora como una nueva oportunidad. Como la opción que tiene el jugador que después de que la suerte le haya regateado en el gordo de Navidad, mira el sorteo del Niño como la oportunidad reparadora, aunque en esto se necesita algo más que suerte. Bastante más.
333 (Publicado en Las Proovincias el 7 de diciembre de 2011)
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