26/8/10

Las dos orillas del Valencia

En esta vida todo resulta subjetivo. Hay mil realidades que dependen del cristal con que se miran. Sucede en todos los órdenes. Con lo de la subida de los impuestos, unos nos aferramos a la refracción de la ministra Salgado ante los lúgubres pronósticos de Blanco y Almunia, porque no ganamos para sustos ni para pagos. Con lo del Estatut, otra discrepancia. Desde una parte dicen que ataca la dignidad catalana y desde otra nos quedamos con la sentencia del Constitucional, que para algo está. Y si todo eso ocurre en temas mayores, qué no va a suceder cuando en el entorno del Valencia se habla de lo deportivo o de lo económico...
Más de lo mismo. Depende de las lentes por las que se observe la realidad. Hay desacuerdos cuando se habla del sistema que debe utilizar Unai, de la importancia o no de que jueguen juntos los Soldado y Aduriz, y también surgen diferencias de criterios si la conversación gira en torno a la gestión económica. Mientras que para unos es la más adecuada debido a la situación general que nos agobia a todos, para otros, precisamente por esa circunstancia, la línea no es la que más conviene.
Los más afines al consejo que preside Llorente aseguran que ya se ven brotes verdes, mientras que desde la otra orilla, en tertulias playeras que van desde Xàbia hasta Benicàssim, se escucha opiniones opuestas. Para éstos, el verdor no es de lozanía sino de crudeza, y echan en cara que el club fuese condescendiente con Soler cuando se zanjó al mismo precio la titularidad de la parcela que en 2007 comprometió su adquisición el ex presidente.
El sábado empieza la Liga. A unos sólo les preocupa ver fútbol y que su equipo gane en Málaga. Otros van más allá y además esperan la hora de la junta general, confiados en que haya luz y taquígrafos cuando planteen los interrogantes que les abruman.
Mientras, aunque con la deuda a cuestas, el Valencia sigue adelante y hace suya aquella canción que popularizaron los Monty Python. Lo de «Mira siempre el lado bueno de la vida», y silba.
138. (Las Provincias, 23 de agosto de 2010)

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