El interés por un perro de presa tiene, entre otras, la lectura de que la confianza de los técnicos en Hedwiges Maduro es muy escasa, por no utilizar un adjetivo más concluyente. En enero de 2008 el Valencia pagó algo más de dos millones de euros por acelerar la incorporación del joven futbolista que llegó a Mestalla de la mano de su paisano holandés Ronald Koeman, y hasta hoy sus participaciones obedecen casi exclusivamente al rosario de lesiones que ha despedazado la plantilla. Así lo refleja la ausencia de continuidad en una determinada demarcación.
Ahora se busca un guardián con pedigrí y a las tres máximas para llevar a cabo una ventajosa adquisición (lo de bueno, bonito y barato) sería conveniente añadirle que si lo que se compra queda a mano, cerquita de casa, mejor que mejor.
Garantizarse a coste cero la presencia de jugadores como el portugués Costa o el francés Feghouli es perfecto, de enhorabuena, del mismo modo que debería ser innecesario tener que hacer las maletas para incorporar a determinado tipo de futbolistas y, menos todavía, estar obligado a abrir el billetero de par en par.
Con independencia de que a nadie se le escapa la apretada situación económica que atraviesa el Valencia, si para localizar un centrocampista de contención o un defensa hay que echar mano de un catalejo y del talonario, asusta pensar qué no habrá que hacer si, como se insiste, al final de la temporada Villa y Silva dejan huérfano el ataque blanquinegro...
85. (Las Provincias, 21 de abril de 2010)
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