Frente a la debilitada imagen que el Valencia ha ofrecido en los últimos desplazamientos, en el otro lado de la balanza gana peso la ventaja adquirida en el torneo y la fortaleza de Mestalla, con una afición que sueña en volver a disfrutar de la Champions. Eso es lo hace confiar en que no habrá guapo que le arrebate la tercera plaza.
Pero lo de Unai sí o Unai no, es harina de otro costal. El próximo 30 de junio expira el contrato del entrenador de Fuenterrabía y de momento el presidente del Valencia se resiste a hablar de la posible continuidad. No dice ni mu. Ni un mínimo guiño. Se mantiene hermético y, con más o menos habilidad, elude pronunciarse. Y ante la lógica presión de los directos, se destapa con verónicas y chicuelinas. Cada vez que los intermedios o finales de los partidos televisados han permitido que el locutor de turno le ponga la alcachofa delante, Manolo ha escurrido la respuesta con la misma habilidad con la que se escabullen las anguilas de la Albufera.
Pero las recientes visitas de Llorente al despacho de Unai en la ciudad deportiva de Paterna (el martes fue la última), no han hecho más que avivar las ascuas de la desconfianza. Aparte de que algunos futbolistas salgan a dar su opinión, lo delata la expresión del entrenador, los comentarios que se escuchan en su entorno y que desde el del presidente se intente sofocar el fuego con argumentos que resultan altamente inflamables.
Si al final es que no, pues bueno... Pero si ha de seguir, ¿por qué esperar tanto? ¿Se habrán planteado que cuando fueran a sacarlo a bailar ya tuviera pareja? Los gritos de silencio dicen que sí.
86. (Las Provincias, 23 de abril de 2010)
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