Sólo quedan seis jornadas para que termine la competición y se trata de buscar y proponer acomodo a futbolistas que deslumbran, que tienen mercado, que pueden desequilibrar al contrario y, en muchos casos, que militan en equipos con limitados recursos financieros. Y como en el Valencia concurren esas circunstancias, en las oficinas de Pintor Monleón, aunque sólo quieren centrar su atención en que el equipo consiga acabar tercero de la Liga, no encuentran la forma de zafarse de las redes mediáticas.
Esa reiteración de rumores, de alguna realidad y de excesivas invenciones -que de todo hay- en otras temporadas incluso se produjo bastante antes de alcanzar estas fechas. Especialmente se dio en momentos en los que el equipo le había sacado los colores a alguno de los trasatlánticos que soltaron amarras como máximos favoritos. Supongo que en aquellas circunstancias el mensaje se hacía en busca del desequilibrio del rival o, como ahora me inclino a pensar, para desviar la atención de los agobios propios, que a algunos se les amontonan.
A lo mejor esa situación es la que ha provocado que, a nada de la visita del Valencia al Bernabéu, desde la meseta insistan en llevarse a Silva, aunque a esa ambición ya le han salido canas. Que el Valencia está obligado a traspasar a algún jugador y que el canario, por sus cualidades, tiene mercado son dos realidades incuestionables. Sin embargo, ni es momento de hablar de salidas ni creo que los cantos de sirena vayan a distraer al futbolista, y menos que obliguen a Unai a tener que taponar con cera los oídos de su tripulación, como Ulises en la Odisea. Todos están demasiado acostumbrados a la cantinela que se repite cada año.
83. (Las Provincias, 16 de abril de 2010)
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