9/4/10

Un árbitro en el belén

Sólo sé que es alemán. Pero ni sé como se llama ni me interesa ni siquiera por curiosidad voy a mirarlo en la ficha técnica del partido. Paso. Sólo sé que se trata de un individuo que estuvo mal aconsejado desde que era bien pequeño, porque me imagino que sería en la adolescencia cuando dijo en casa que iba a empezar en el arbitraje y entonces nadie de su entorno le recomendó que eligiera un camino distinto, que ese no iba a ser el idóneo.

El día en que comunicó la decisión a su padre, aquél le debía haber cruzado la cara. Hace unos años una bofetada a tiempo estaba bien vista y algunos, incluso, sostienen que ayudaba a meter a los chavales en vereda.

De haber actuado así, ¡qué pena que no lo hiciera!, anoche ese árbitro alemán no habría desquiciado a los valencianistas en el Calderón. Habría estado en su casa, en Baviera o en la Baja Sajonia, ¡yo que sé donde vive!, viendo el 'Pasa palabra' que harán en su país, o una serie tipo 'Bones', 'CSI' o 'House', porque me imagino que si los jueves emiten la réplica de 'La Noria' o 'Dónde estás corazón', allí él sería uno de los protagonistas que por, vaya usted a saber qué méritos, se someten a una batería de absurdas preguntas.

Pero no. El chaval quiso ser árbitro. Incluso, digo que por su ineptitud podía haberse dedicado a la política y ahora, a lo mejor, la señora Merkel estaría echando pestes porque habría metido al país en el grupito ese que los economistas europeos han denominado PIGS y en el que nos incluyen.

Pero, no. Quiso ser árbitro y anoche se cruzó en el camino del Valencia, en la vuelta de los cuartos de final de la Europa League. ¡También es mala suerte! Con tanto árbitro malo como hay por ahí, tuvo que tocar el peor de la lista.

¿Creen que todo esto lo digo por el claro penalti que Juanito cometió sobre Zigic, que tendrá que llevar su camiseta a zurcir? No. ¡Qué va! Hasta ese minuto las reiteradas meteduras de pata del alemán habían sacado de quicio a los colchoneros y a los valencianistas. ¡Había montado un belén! Pero desde ese instante, además, se vistió de 'caganer'.

80. (Las Provincias, 9 de abril de 2010)

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