Lo de llamar
al pan, pan, y al vino, vino, no es nuevo, aunque sorprende que a veces los
jugadores traten de exculpar de las derrotas a sus entrenadores. Durante los
partidos se reparten las críticas, pero en cuanto acaba el encuentro todos los
males se le atribuyen al técnico. Sin embargo cuando los jugadores han
evidenciado falta de concentración, motivación e intensidad, que ha sido el
caso, es bueno que se responsabilicen.
Hace unas
semanas, Pereira y Soldado defendieron a Pellegrino, y ayer lo hizo Matieu, que
dicho sea como anécdota, no pronunció lo del "pan, pan...", porque
aparte de que para los franceses el enunciado del refrán es "Appeler un
chat, un chat" (Llamar a un gato, un gato), el amigo Jérémy lleva tres
años en el Valencia y sigue sin soltar ni papa en castellano.
Compartir la
responsabilidad es lo que toca, pero en la defensa del entrenador Mathieu (que
a causa de una lesión sólo ha intervenido en dos partidos y está haciendo bueno
a Cissokho) fue tan blandito como sus predecesores. Argumentó que aquél no
corre en el campo y que son los jugadores los que deben de esforzarse más. Sí,
pero le faltó contundencia.
Hace unos
años, después de un varapalo en el Bernabéu (5-1 frente a un rival plagado de
suplentes), el futbolista y ahora compañero en LAS PROVINCIAS Pepe Carrete
explotó cuando al abandonar el recinto un tal Butanito le puso delante el
micrófono. "¡No nos aceptarían ni en la mina!", bramó, el asturiano
descompuesto por el ridículo de su equipo. Además, al día siguiente, en el
vestuario de la ciudad deportiva, no se escondió y repitió la arenga que
parecía más propia de Miljanic, entonces entrenador.
Admitir los
errores es el mejor inicio para poderlos enmendar. Pero más que unos golpecitos
en el pecho, el aficionado ahora espera un golpe de efecto sobre el césped para
que cambie la situación. Lo demás son milongas.
457 (Publicado en Las Provincias, el 12 de octubre de 2012)
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