Nos entusiasma discrepar, en el
mundillo del fútbol somos más apasionados que el más "pintao", y los
compromisos de las selecciones nos dejan más de una semana por delante para el
dale que te que pego. Porque después de visto lo que hizo el Valencia en la
matinal de ayer, hay temita. Se va a hablar más que del auto del juez Pedraz y
de los denuestos del tal Hernando.
¿Qué le ocurre al Valencia? Conviene
aclarar que la pregunta se centra en lo deportivo, ¿eh? Más que nada para que
ningún malpensado, que siempre los hay, aproveche la circunstancia y se suba al
carro para tratar de airear otros asuntos: "¿Ves como este
también...?" No. Lo económico y social vamos a dejarlo para más adelante.
Ahora sólo toca lo estrictamente futbolístico.
Después de la dolorosa derrota frente
al Levante, Mauricio Pellegrino dijo algunas cosas, pero calló otras.
Probablemente demasiadas. El entrenador del Valencia vinculó "la
concentración" con "el esfuerzo", pero quizás sus silencios
debieron de decir mucho más.
Como argentino de pura cepa que es,
Mauricio debería de repasar lo que escribió su paisano, "El Negro",
Roberto Fontanarrosa, respecto a los dos problemas que confesó que tenía para
poder jugar al fútbol: Uno es la pierna derecha. El otro es la pierna
izquierda.
El Valencia no va muy allá. El equipo
de El Flaco también tiene dos importantes problemas. Los dos los evidenció en
la matinal de Orriols: Uno es la defensa, una verdadera calamidad, y el otro es
el ataque, que como si sus futbolistas llevaran anteojeras, se olvida del juego
exterior y las acciones se diluyen por el centro, sin acierto para marcar.
Se han cumplido siete jornadas (nueve partidos incluyendo los dos de Champions) y el horizonte no parece demasiado despejado. Hay unos nubarrones que invitan a buscar en el armario la ropa de abrigo. ¿Que no hay? ¿Que se ha quedado demodé? Pues el mercado de invierno está a la vuelta de la esquina.
455 (Publicado en Las Provincias, el 8 de octubre de 2012)
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