La palabra indignación está en boca de todos. Desde el activismo del 15-M que en las plazas españolas enarbola la bandera de la desconfianza, al enfado del ministro Montoro en el Congreso, porque dice en Europa no dan a España suficiente respeto.
A lo mejor es que vivimos en un país de indignados. En el mundo del fútbol se palpa un continuo estado de irritación que ha ido en aumento. A principio de temporada fueron los repartos televisivos, luego la negativa de acceso de las radios a los estadios y ahora, los descensos.
El Villarreal está indignado con el Valencia. ¡Como para ir a negociar por Bruno y Borja Valero! Le considera culpable de sus males, sin pensar que por delante del partido de Mestalla hubo treinta y seis, y por detrás otro para haber ganado y salir del atolladero. El árbol que no deja ver.
Pero la cosa viene de tiempo, porque a Llorente siempre le han considerado un empleado al que se le dio cancha en Valencia y Pamesa. Y jode un montón que el lacayo tenga al equipo en Champions, cuando el del amo está en Segunda. Es la lectura de que el protegido no devuelve el favor.
Un pajarito me cuenta que el gol en tiempo de prolongación del Valencia-Villarreal (el empate certificaba la tercera plaza de uno y la permanencia del otro) fue el desencadenante de que en el túnel de Mestalla Roig le dijera a Llorente algo más que “Ya no te ajunto” y del rumor sobre una advertencia que habría recibido días después: “¡Si bajamos dejarás de ser presidente!”. Quizá por ello Llorente se fue a China con cara de preocupación.
Aunque la inquietud debería venirle porque este fin de semana se celebra el congreso regional del PP, que es quien le colocó en el trono de Mestalla y... Los reductos del “campsismo” tienen las horas contadas y habrá que ver qué ocurre con Alfonso Rus, que mantiene el sueño de alcanzar algún día el sillón del Valencia.
399 (Publicado en Las Provincias, 18 de mayo de 2012)
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