Cuando la competición oficial se acaba, y la realidad determina que para el Valencia ya se ha acabado, porque lo del sábado -lo definió perfectamente Ricardo Costa- será un partido de solteros contra casados, siempre aparecen otros asuntos de los que hablar y debatir. Esto no se detiene.
No hay descanso y los argumentos son otros, para empacho de Manuel Llorente. La larga y preocupante sombra que la crisis de Bankia proyecta sobre el club de Mestalla, se ha convertido en sinónimo de recelo. Y hacen falta muchas luces para llevar claridad a las excesivas sombras que han ido acumulándose en los últimos días.
Hace apenas cuatro meses, y aunque el protocolo de intenciones de intercambio de activos con Bankia no se explicó como cabía, todo era de color de rosa. El club desveló a bombo y platillos que la entidad financiera se había convertido en el su mejor aliado al lanzarle un salvavidas en forma de compromiso que le permitía despojarse del agobio de la hipoteca que le asfixiaba y a la vez le daba cal y arena para reanudar las obras del futuro campo de la avenida de la Cortes Valencianas.
Con el estreno de 2012 se dijo que iba a ser cosa de un par de meses, pero desde entonces el asunto tiene el mismo aroma del “Tot está embastat” que popularizó Soriano con lo de la venta de las parcelas del viejo Mestalla.
Por lo que se ve, las cosas de palacio siempre van despacio. Y ahora la nacionalización de Bankia las hará ir más lentas. Lo que era alegría (infundada para algunos), se ha convertido en preocupación. Sin embargo, como dice mi amigo Santi, que es valencianista y además de esto sabe un rato (y digo rato sin retintín), no es el Valencia quien debe de estar preocupado por la situación de la entidad financiera, sino Bankia por la situación del Valencia.
396 (Publicado en Las Provincias el 11 de mayo de 2012)
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