Llega el adiós de Unai en Mestalla. Sin las lágrimas de Benítez ni la aversión contra Koeman. Con indiferencia. Mañana es el último partido en Valencia antes de que baje el telón de la Liga, la semana siguiente, en Anoeta.
Hace días que Unai adelantó su adiós en un vestuario de paredes de papel. Fue un anuncio para anticiparse a Llorente. Me voy a por el pan y la sal que aquí me niegan. Aunque como el fútbol es tan como es, y las personas son tan como son, siempre hay que dejar la puerta entornada. ¿Y si se juntan en Picassent y en la sobremesa acuerdan la renovación? Ahora mismo es impensable.
Unai dejará Valencia con un notable, porque los números han vuelto a ser los mejores de la Liga terrenal. El equipo está a punto de garantizarse la Champions por tercer año consecutivo. Sin embargo, su gestión del grupo ha estado rodeada de demasiadas sombras. Desde el primer momento le faltó feeling con la grada y en estos cuatro años, dejando aparte traspasos y llegadas, en el club ha habido muchos nubarrones. Falta rasero en el vestuario, autoridad y capacidad para conseguir implicación, coraje… ¡y sobre todo patrón de juego! Además, nunca se le ha escuchado decir “me he equivocado”. Pero como los números le avalan, en la lejanía no entienden las críticas.
Claro que, en el debate sobre su gestión, también hay que observar el nivel dado por los equipos que allá por el mes de septiembre se consideraban verdaderos rivales: Atlético, Sevilla, Villarreal o Athletic. Por eso se dice que el tuerto es el rey en el país de los ciegos.
Mi amigo el valencianista, que acude tantas veces a esta sección, me dice que quien sustituya a Unai no mejorará sus registros. Probablemente tenga razón. Pero la suerte está echada. ¿Será mejor Djukic que Deschamps? ¿Caparrós que García Plaza? ¿Milla antes que Pochettino?
En todo caso Caparrós debería figurar el primero, más que nada por mantener un orden alfabético. Porque, no nos engañemos, la solución no está sólo en cambiar de entrenador.
393 (Publicado en Las Provincias el 4 de mayo de 2012)
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