Detrás del uno va el dos, luego el tres, y así correlativamente. Uno tras otro. Cada cosa tiene su momento. Pero sin pausas, porque el tiempo pasa volando y no lo permite. Aunque a falta de tres jornadas Manolo Llorente sigue deshojando el futuro de Unai («¿Qué prisa tenéis?», replica), la contundente victoria del Valencia sobre la Real Sociedad ha servido para que el equipo certificara la clasificación matemática en la próxima edición de la Champions, y a la vez para echar tierra encima de la humillación que sufrió hace unas semanas ante el Madrid, a la que sucedió la terrible decepción en Pamplona.
El tiempo y los resultados aclaran situaciones y, con puntos de sutura o tiritas, curan las heridas. En Mestalla, en cuatro días, como quien dice, se ha pasado de la inquietud a la tranquilidad. Es lo que ocurrió unas jornadas antes de todo esto, cuando el Valencia enlazó las goleadas al Getafe, Villarreal y Almería después de caer en Mestalla con el Sevilla, de la afrenta en Zaragoza y de la dolorosa derrota en la Champions.
Sucede en todos los órdenes de la vida. Del pánico que desató la central de Fukushima, y de no hablar de otra cosa, estos días se repiten los interrogantes sobre la suerte del terrorista Bin Laden (¿o dudamos también de que en 1969 el hombre pisó la Luna?). La única excepción que confirma la regla aparece en la clase política, porque ahí, con elecciones o sin elecciones a la vista, nada cambia: los únicos argumentos son las descalificaciones de los ponentes.
Pero en general cada cosa tiene su momento. A tres jornadas para el final de la Liga, la imagen de Llorente, con una escuálida margarita sin apenas pétalos en la mano, viene a decir que como ya ¿nos hemos olvidado? de los Barcelona-Madrid, deberíamos echar la vista hacia la parte baja de la tabla para ver quienes acompañan al Almería en su tránsito a Segunda. Pero, ¿y el Valencia? Pues seguro que Manolo se acuerda de aquella entrañable melodía que popularizó Doris Day: '¡Qué será, será!
El tiempo y los resultados aclaran situaciones y, con puntos de sutura o tiritas, curan las heridas. En Mestalla, en cuatro días, como quien dice, se ha pasado de la inquietud a la tranquilidad. Es lo que ocurrió unas jornadas antes de todo esto, cuando el Valencia enlazó las goleadas al Getafe, Villarreal y Almería después de caer en Mestalla con el Sevilla, de la afrenta en Zaragoza y de la dolorosa derrota en la Champions.
Sucede en todos los órdenes de la vida. Del pánico que desató la central de Fukushima, y de no hablar de otra cosa, estos días se repiten los interrogantes sobre la suerte del terrorista Bin Laden (¿o dudamos también de que en 1969 el hombre pisó la Luna?). La única excepción que confirma la regla aparece en la clase política, porque ahí, con elecciones o sin elecciones a la vista, nada cambia: los únicos argumentos son las descalificaciones de los ponentes.
Pero en general cada cosa tiene su momento. A tres jornadas para el final de la Liga, la imagen de Llorente, con una escuálida margarita sin apenas pétalos en la mano, viene a decir que como ya ¿nos hemos olvidado? de los Barcelona-Madrid, deberíamos echar la vista hacia la parte baja de la tabla para ver quienes acompañan al Almería en su tránsito a Segunda. Pero, ¿y el Valencia? Pues seguro que Manolo se acuerda de aquella entrañable melodía que popularizó Doris Day: '¡Qué será, será!
244. (Publicado en Las Provincias, el 9 de mayo de 2011)
No hay comentarios:
Publicar un comentario