El Levante lo festejó más que el Valencia, porque la tercera plaza se daba casi por hecho y la salvación era otra cosa. El empate de ayer sirvió a los blanquinegros para rubricar el pasaporte directo a la Champions, a los azulgrana para sentenciar la permanencia y a los aficionados que acudieron al campo, para aburrirse como una ostra, porque el espectáculo resultó decepcionante, aunque seguramente eso lo agravó la precipitada tarjeta roja a Xisco Nadal.
El partido fue tan decepcionante como el adiós de Vicentín, aunque por lo menos en los prolegómenos, con su hija en brazos, atravesó el pasillo que formaron sus compañeros y pudo saludar a los aficionados. Pero algunos, y seguramente él el primero, esperaban que al final se repitiese una despedida al estilo de la que tuvieron Angloma, Carboni o, el pasado año, Baraja.
Y las celebraciones fueron de color azulgrana. La alegría desbordada eclipsó cualquier intento de festejo. Ballesteros corrió hacia la banda para abrazarse con sus compañeros y, como él, el resto de levantinistas, mientras que los del Valencia, con gesto de entre sorpresa y desencanto, abandonaron cabizbajos el césped.
Ahora, aunque todavía queda una jornada para el final del torneo, para el Valencia y el Levante ya debe ser momento de empezar a escribir el futuro. Y el mañana empieza a gestarse por la plantilla, y la plantilla por el entrenador.
En el caso del Levante, la continuidad en primera lleva implícita la de Luis García, al que se le pudo ver abrazado con Quico Catalán. En el del Valencia, ha de decidir Llorente y aunque el equipo también ha rubricado su objetivo, que era la clasificación para la Champions, no hubo abrazo. Al menos en público.
Como en la canción de Serrat, se podrá decir que han "pasao" de él o que están de vacaciones, pero si realmente las musas existen y deciden visitar a Unai (y a Luis García, también, claro), seguro que le pilla trabajando. De eso no hay duda. Ahora, lo del feeling con el presidente es otro cantar.
El partido fue tan decepcionante como el adiós de Vicentín, aunque por lo menos en los prolegómenos, con su hija en brazos, atravesó el pasillo que formaron sus compañeros y pudo saludar a los aficionados. Pero algunos, y seguramente él el primero, esperaban que al final se repitiese una despedida al estilo de la que tuvieron Angloma, Carboni o, el pasado año, Baraja.
Y las celebraciones fueron de color azulgrana. La alegría desbordada eclipsó cualquier intento de festejo. Ballesteros corrió hacia la banda para abrazarse con sus compañeros y, como él, el resto de levantinistas, mientras que los del Valencia, con gesto de entre sorpresa y desencanto, abandonaron cabizbajos el césped.
Ahora, aunque todavía queda una jornada para el final del torneo, para el Valencia y el Levante ya debe ser momento de empezar a escribir el futuro. Y el mañana empieza a gestarse por la plantilla, y la plantilla por el entrenador.
En el caso del Levante, la continuidad en primera lleva implícita la de Luis García, al que se le pudo ver abrazado con Quico Catalán. En el del Valencia, ha de decidir Llorente y aunque el equipo también ha rubricado su objetivo, que era la clasificación para la Champions, no hubo abrazo. Al menos en público.
Como en la canción de Serrat, se podrá decir que han "pasao" de él o que están de vacaciones, pero si realmente las musas existen y deciden visitar a Unai (y a Luis García, también, claro), seguro que le pilla trabajando. De eso no hay duda. Ahora, lo del feeling con el presidente es otro cantar.
247. (Publicado en Las Provincias, 16 de mayo de 2011)
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