Unai tiene ahora la palabra. Y cuando se decida a hablar, probablemente ya no será la voz del entrenador sumiso, en ocasiones apocado, que echaba balones fuera como toda respuesta a más de un desaire. En los últimos meses el entrenador del Valencia no ha hecho otra cosa que utilizar sulfamidas dialécticos para cicatrizar las heridas de la desconfianza por la que ha tenido que caminar hasta la tercera plaza que, visto lo visto, equivale al título de la otra Liga de Primera.
Manolo Llorente no supo medir sus palabras cuando al anunciar que iba a ofrecer a Unai la ampliación del contrato por una temporada más, dejó escapar que había manejado otras alternativas. Lo que se dice mano derecha, el presidente no tiene. Y añadir que terminar tercero en la Liga ya no será muestra de satisfacción del consejo, es puntualizar que los dirigentes viven en los mundos de Yupi. Quizá se olvidan de que el Barça y el Real Madrid quintuplican el presupuesto del Valencia y consideran que con por poner la espada de Damocles sobre el entrenador ya han cumplido con sus obligaciones.
Al desvelar que en las últimas semanas había manejado alternativas a Unai, a la vez de un ejercicio de sinceridad, Llorente dio una muestra de descortesía manifiesta con el empleado, de total ausencia de confianza y, tal vez, un guiño para que Unai acabe por rechazar la propuesta. A ver si resulta que el presidente no fue tan vehemente y meditó muy bien todo lo que dijo. A ver si lo hizo con toda la intención, cosa que resultaría más preocupante que la aparente precipitación. En ese caso tendría tufillo de plan oscuro y hasta pérfido.
Manolo Llorente no supo medir sus palabras cuando al anunciar que iba a ofrecer a Unai la ampliación del contrato por una temporada más, dejó escapar que había manejado otras alternativas. Lo que se dice mano derecha, el presidente no tiene. Y añadir que terminar tercero en la Liga ya no será muestra de satisfacción del consejo, es puntualizar que los dirigentes viven en los mundos de Yupi. Quizá se olvidan de que el Barça y el Real Madrid quintuplican el presupuesto del Valencia y consideran que con por poner la espada de Damocles sobre el entrenador ya han cumplido con sus obligaciones.
Al desvelar que en las últimas semanas había manejado alternativas a Unai, a la vez de un ejercicio de sinceridad, Llorente dio una muestra de descortesía manifiesta con el empleado, de total ausencia de confianza y, tal vez, un guiño para que Unai acabe por rechazar la propuesta. A ver si resulta que el presidente no fue tan vehemente y meditó muy bien todo lo que dijo. A ver si lo hizo con toda la intención, cosa que resultaría más preocupante que la aparente precipitación. En ese caso tendría tufillo de plan oscuro y hasta pérfido.
A Llorente le obliga la cuenta de resultados que presenta Unai, pero desde hace tiempo no quiere que el técnico siga en el Valencia. Se pronuncia de tal manera que me da en la nariz que no sabe qué hacer o maquinar para no tener que asumir la responsabilidad de adoptar una decisión que, igual que el contrato blindado, implícita en su cargo.
248. (Publicado en Las Provincias, 20 de mayo de 2011)
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