Al margen de las emociones sociales que produce, está claro que a corto plazo supondrá un claro beneficio para quien ocupa el sillón, porque cuanto más azúcar, más se endulza; hay más opciones de fortalecer el equipo y, por lo tanto, aumentan las posibilidades de conseguir más títulos. Pero, ¿qué representará esto a medio y a largo plazo? Si uno se detiene a pensar en el futuro próximo del mundo de la competición, resulta alarmante la creciente diferencia presupuestaria entre los distintos equipos de la liga española. Es una punta de iceberg cada vez más visible.
El Valencia, que este año que ha reducido el coste de su plantilla en unos diez millones de euros, presentará en la asamblea un presupuesto del orden de los 110. De nuevo reduce el gasto (en 2008-09 fue de 198,5 millones y en 2009-10 de 142,3) pero ahora mismo la cuantía es tres veces inferior a la de los del Bernabéu.
Aunque en el deporte no siempre gana el que más dinero pone, si los dos trasatlánticos lograron más de 20 puntos de diferencia respecto al Valencia, que fue tercero en la Liga pasada, ¿qué ocurrirá con los que se desenvuelven de mitad de la tabla hacia abajo?
Las distancias económicas resultan excesivas y la cuestión es suficientemente importante para el futuro de la competición como para que la Liga Profesional y quienes sea menester la tomen en consideración cuanto antes. Hay ejemplos en otras disciplinas, como en la estructura del baloncesto americano, que pueden y deberían servir de modelo. Para eso, y para bastantes cosas más.
146. (Las Provincias, 10 de septiembre de 2010)
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