En las oficinas del Valencia se respira calma. Es la bonanza por los ingresos de los traspasos de Villa y Zigic, alguna que otra cesión, y también por los aparatos de aire acondicionado, aunque como Manolo Llorente cada día va haciendo más agujeros en los cinturones, igual le ha dicho al personal que aún no es tiempo de conectar los "mitsubishis" y que si tienen calor, que acudan al trabajo fresquitos de casa.
Bromas o veras aparte, como la dirección deportiva para fichar necesita un dinero que el club no tiene, por lo menos la tranquilidad le ayudará a la hora de encontrar algo bueno, bonito y barato, y también para aligerar el equipaje, la interminable lista de jugadores que no cuentan. De esos que a ver quién es el guapo que les encuentra destino definitivo.
No hay que hacer un máster de economía keynesiana para darse cuenta de que a pesar de los ingresos y los recortes de Llorente, el Valencia sigue sin un duro, y de que en primera fila del escaparate están Silva y Mata, los únicos con cartel.
Cuando el verano pasado se habló de la venta de Villa al Real Madrid, Manolo hizo suyo el aforismo de que el Guaje sólo dejaría Mestalla por una oferta "escandalosamente escandalosa". Doce meses después, la cuantía la estableció la necesidad y la ley de la oferta y la demanda.
Es lo que provoca inquietud por el futuro de Silva o Mata. Miedo a que la "oferta escandalosamente escandalosa" acabe en "escándalo", que cantaba Raphael. Ahora que, como dice un amigo al referirse a la marcha de la sociedad, al Valencia le va más la melodía de Julio Iglesias. Lo de "la vida igual". Y eso no es bueno.
103. (Las Provincias, 2 de junio de 2010)
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