Pero a lo que íbamos. Ayer no valía otra cosa que ganar, que es la premisa del cualquier equipo, aunque algunos puristas más cándidos, como dicen que una vez dijo Valdano, seguimos pensando que esto es un espectáculo y también importa gustar. Claro que a veces hay que ganar por encima de cualquier otra consideración. Sobre todo después de acumular cinco jornadas de sequía liguera, de la reciente y dolorosa decepción de Copa y, con el panorama que se avecina en los próximos veinte días. Pues, como que no había más tutía que asegurar los tres puntos. El Valencia cumplió el guión a la perfección. Eficacia, aunque su interpretación no sirve para optar a los Goya, aunque en el tramo final Jonás rubricara la victoria en goleada. La botella sigue estando a mitad, ¿eh? No nos engañemos. Se puede ver medio llena o se puede ver medio vacía, según el optimismo de cada cual, o dependiendo de que alguien se ponga la bufanda para analizar lo que sucede. Pero, con la mano en el corazón, hasta que Botia no marcó en propia puerta y dejó el partido visto para sentencia, hubo más de lo de siempre. La reacción de la grada sirve de termómetro. Que sí, que el Valencia fue muy superior y mejor que el Sporting, que mira donde está. Pero, ojo, que los cuatro goles no nos impidan ver el horizonte.
361 (Publicado en Las Provincias el 13 de febrero de 2012)
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