Mi compañero de viaje, con menos años y más elasticidad que yo, tampoco es que sea muy ágil en la ascensión. Pero resopla menos, o lo disimula mejor. «He de hacer más ejercicio», me conjuro en silencio. Al llegar a nuestro destino y tras sacudirme los últimos jadeos (quienes tienen una localidad próxima me entenderán), no me resisto a relatarle una historia que mi padre me contaba de Rogelio Santiago García 'Lelé', un mediocentro zurdo gallego que allá a mediados de los años treinta aterrizó en Mestalla procedente del Arenas de Guecho y que en la década siguiente formó parte de aquel gran Valencia de los primeros títulos nacionales.
«¿Y qué tiene que ver Lelé con tus dificultades para alcanzar el 'palomar' de Mestalla?» , me apremia mi amigo.
Continuo con la anécdota. En 1944, el año del segundo título de Liga del Valencia, Lelé sufrió una grave lesión que le mantuvo algo más de un año en la enfermería. Durante un entrenamiento, al tratar de regatear a su compañero Asensi, se hizo añicos la rodilla y estuvo tiempo escayolado, lo que provocó una enorme pérdida de masa muscular.
«¿Y qué tiene que ver eso con que nos ahoguemos subiendo hasta aquí?», admite,impaciente. Pues que Lelé, un ejemplo de tesón, para lograr la recuperación, aparte de las caminatas que se daba por la playa de El Saler (se iba sin dinero, deliberadamente, para no caer en la tentación de regresar en autobús), varias veces al día subía y bajaba las gradas de Mestalla entre treinta y cuarenta veces.
Mi compañero arquea las cejas, se repantiga en el asiento, mira hacia abajo y murmura: «Treinta o cuarenta veces...»
Esta historia tuvo un final feliz porque aunque Lelé tardó dos años en reaparecer, pudo volver a jugar.
71. (Las Provincias, 17 de marzo de 2010)
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