Wiges, que es como los íntimos conocen al futbolista holandés del Valencia Hedwiges Maduro, no se sorprende cuando le cuentas esta historia. Él dice que se ve medio reflejado. Recuerda que se ha visto en la tesitura de jugar hoy de lateral, mañana de central, al siguiente de mediocentro, y demasiadas veces de nada, en el banquillo o en la grada, que es lo que más escuece.
Pero a pesar de sus palabras, no parece que Maduro vaya a emular al entrañable Asensi, que mantiene el linaje. Ni tampoco se asemeja a otros casos sonados de futbolistas a los que sus entrenadores les llevaron de acá para allá, como Amadeo, en la década de los cuarenta, y en el pasado más reciente, Angulo.
La situación de Maduro no tiene nada que ver. Es distinta. Llegó a Mestalla en enero de 2008 de la mano de Ronald Koeman, como un relevo de futuro para David Albelda, al que había defenestrado el técnico. El Ajax se embolsó dos millones de euros por este chico, que entonces tenía 22 años, acababa contrato y lucía la escarapela internacional.
Con el entrenador holandés, es lógico, tuvo protagonismo. Al año siguiente Unai Emery le dio algo de bola, pero ahora mismo sólo lo utiliza para paliar la gran cantidad de bajas que ha tenido la plantilla especialmente en la línea defrensiva. Maduro no tiene nada que ver con aquellos comodines y, además, aunque tiene contrato hasta 2012, su futuro en Mestalla se antoja al menos tan incierto como lo es el del técnico guipuzcoano.
72. (Las Provincias, 19 de marzo de 2010)
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