Emery lo sabía y por eso trasladó a su equipo la máxima serenidad para, de esta forma, sacudirse el mínimo atisbo de inquietud que pudiera surgir y, por otro lado, que a sus jugadores no les pasara factura el esfuerzo del jueves, en Bremen. En una palabra, se trataba de ir a lo propio y de olvidarse de lo que pudiera hacer el rival. El entrenador del Valencia puso la música que había que bailar e hizo suya la argumentación de Ionesco en su Diario, cuando advierte que si uno empieza a comprender al contrario, o si se pone en su lugar y tiene en cuenta sus razones, aunque sea en cuanto apenas, está perdido, está condenado a caer en el engranaje de la derrota.
En esta partida Unai conocía muy bien la mano que llevaba su paisano y homólogo, sus intenciones, y ni siquiera las miró de reojo. Se centró en sus cartas. Y con una defensa de circunstancias pero con un ataque de auténticas campanillas, apuntilló al Almería con dos goles que saben a muy poco si uno empieza a enumerar las ocasiones que tuvo el equipo a lo largo del encuentro.
El triunfo de ayer reafirma al Valencia en la tercera plaza y marca diferencias con el Sevilla, Deportivo y Athletic de Bilbao, que han tropezado en esta jornada. El único que aguanta el ritmo es el Mallorca (se mantiene a cuatro puntos), al que por cierto habrá que visitar dentro de poco, en concreto el 10 ó 11 de abril.
73. (Las Provincias, 22 de marzo de 2010)
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