Mi amigo siempre me habla del Liverpool, del Sevilla y del Racing. Los utiliza a modo de paradigmas de su sueño. Bueno, en ocasiones también cita al Atlético de Madrid. Dice que como los seguidores colchoneros están tan acostumbrados a sufrir, su respaldo también tiene mucho más mérito.
El envidia el 'You'll never walk alone', el 'nunca caminarás solo', la preciosa balada que de los escenarios de Broadway acabó por pasar a las gradas de Anfield, que la ha adoptado como himno propio.
Esa melodía de Rogers y Hammerstein es un canto de confianza y optimismo («.aunque tus sueños se rompan a pedazos, camina, camina con la esperanza en tu corazón»), como lo es de promesa y compromiso la composición de El Arrebato que se escucha en el Sánchez Pizjuán («.y es por eso que hoy vengo a verte, sevillista seré hasta la muerte.»), y de tradición son las coplas de 'La fuente del Cacho' que entonan en El Sardinero («dime dónde vas morena, dime dónde vas salada, dime dónde vas morena, a las dos de la mañana...»). Cada uno tiene su estilo.
Mi amigo me mira esperando que le diga lo que él quiere oír, y yo siempre le digo que sí, que todo eso es que dice muy bonito, y que el incondicional apoyo es digno de envidia. Pero también le pido que recuerde que en Mestalla se han vivido tardes espectaculares y noches mágicas de entrega total. Y le menciono el ambiente electrizante y ensordecedor y los mosaicos que han dado la vuelta a España ('Xe que bo', 'Amunt', Sentiment', 'Fem por', 'Per collons', 'Tots units', 'Che we cam'.) cuando la grada de la Mar se ha vestido de gala como reflejo de toda una afición.
-Ya, ya... (me replica). Pero eso sólo ocurre cuando viene el Real Madrid, el Barça o algún rival europeo.
-Y me toca callar.
70. (Las Provincias, 15 de marzo de 2010)
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