En mi etapa escolar eso del mapa era una utopía. En el aula de ciencias, como mucho nos mostraban el croquis del esqueleto, de la musculatura o de la circulación sanguínea de Servet, en azul y rojo, que bonito. Ni sabíamos lo que era un clítoris ni mucho menos donde se encontraba.
Por aquello del correr de la pubertad y la represión clerical, la vista siempre se nos iba hacia la entrepierna del dibujo mural, en busca de encontrar algo más que el cartelito que ponía 'uretra', un órgano interno que para nuestra desengaño era común para los dos sexos.
-¿Y lo de la polla y la pepitilla?
-Eso no sale.
-Pues no estarán ahí...
Tiempo después, el más espabilado, que nunca era el más listo de la clase, y que debía tener algún hermano mayor que le asesoraba, nos explicó que a la pepitilla los eruditos la llamaban clítoris, un nombre que a nosotros nos sonaba más a parte de una flor, corola, pétalo, sépalo, tálamo, estilo..., que de otra cosa.
Y así, poco a poco, fuimos aprendiendo. Sobre la marcha. Sin mapas.
El primer croquis del clítoris o, mejor dicho, del potorro, no lo vi en ningún libro. Como soy muy dado a los apuntes, lo elaboré yo mismo con los datos que a lo largo de los años fue recopilando de los amigos que tenían dotes de observación... y novia.
En repetidas ocasiones, en la tertulia de una cena con compañeros, lo he dibujado en servilletas de bar y sé que muchos lo conservan. ¿Para que les sirva de guía cuando tengan que intervenir? Pueden dar fe Chema, Chicli, el Zorro, Badi, el Pelao, Perico... seguro que me olvido alguno... Jordi, Lini, Manolo, Tito... incluso don Luis Berlanga.
Para los que todavía no lo tenéis, ahí va. Y sin subvención. Por la cara.
Ya sé que algunos diréis que falta el punto G. Es cierto. Pero es que eso es para nota y en aquella época nosotros nos conformamos con el aprobado rapadito.
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