Eso se vive estos días en el Valencia. La puesta en escena de
una alternativa a la presidencia debe de inquietar a Manolo Llorente, como hace
unas semanas le inquietarían los cánticos que le invitaban a dejar el sillón.
Hasta ahora el aficionado se preguntaba, ¿y si se va él a quién ponemos? Desde
el miércoles tienen una respuesta. Primero porque quienes le regalaron el cargo
a Manolo ya son historia pasada de la Generalitat y de Bankia, y segundo porque
la réplica llega con nombre (Fernando), apellidos (Gómez Colomer) y la credibilidad que no
tuvieron anteriores cortejadores.
Ayer no sonaba otra cosa que el eco del rataplán de los
tambores de guerra que ha hecho sonar Fernando, aunque a última hora se
entremezclaron otros redobles que, previos a las batallas, llegaban desde la
meseta. Eran los de quienes lamentaban que competición no hubiera sido
condescendiente con Sergio Ramos, para que el defensa pueda ser uno de los
protagonistas de trilogía de partidos que el Real Madrid disputará con el
Valencia en las próximas fechas. Claro que una cosa es la veleidad de un comité
en entredicho si miramos antecedentes, como el Michel, y otra el conocimiento
del código disciplinario, que habla de entre cuatro y doce encuentros de
suspensión por ofensas a los colegiados.
Pero lo que interesa al valencianismo es el presente y el
futuro del club. Fernando aportaría la misma pasta gansa que trajo Llorente, es
decir, nada. Pero habla de inversores, que no sé porqué me suena que tienen
acento alemán. Ahora bien, el primer paso ha de ser que quienes hoy están al
frente de la Generalitat y Bankia le den la bendición de forma pública.
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