Hoy más de lo mismo, aunque eso ni quiere decir que se
vaya a repetir la superioridad madridista del domingo ni las astracanadas
arbitrales del martes. Pero es que los duelos reiterados llegan a agobiar,
sobre todo cuando los resultados no han acompañado lo más mínimo. Este será el
partido que cierra la llamada trilogía que, aunque cuando se anunció el cartel
prometía ser tan interesante como la de Stieg Larsson, hasta el momento no ha
alcanzado el mínimo nivel de suspense ni aparenta trazas, aunque algunos se
apresuran a apuntarle carácter de "vendetta".
A pocas horas de la última entrega cuesta de digerir la
"manita". Los aficionados menos resultadistas continúan con los
análisis del juego del Valencia en el primer capítulo y se suceden las
observaciones sobre los errores que cometió en el último, y qué es lo que ahora
mismo convendría más al equipo.
Probablemente haya quien considere fundamental no perder la
perspectiva de la Liga porque el encuentro del domingo, en La Coruña, resultará
vital para no perder comba en el camino hacia los puestos de Champions que,
para un Valencia que debe hasta de callar, la participación en la competición
continental resulta vital porque reporta más de 16 millones de euros. Pero lo
que va primero, va primero, y hoy vuelve el Real Madrid a Mestalla.
Analizar el pasado próximo nos podría servir de ayuda para
resolver los problemas del futuro inmediato, aunque esto es fútbol, cada
partido es una historia, y la prueba más palpable la encontramos en que el
segundo episodio Valverde se aferró al sistema del primero y sus argumentos
saltaron por los aires, hechos añicos.
Dificultades y ausencias aparte, la coherencia exige una
réplica para tratar de seguir en la Copa; para mantener el nivel que estaba
ofreciendo el equipo y desde luego para redimir el bochorno vivido. Porque se
puede perder, ya que esto es un juego, pero desde luego sin que la dignidad se
vaya también por el desagüe.
496 (Publicado en Las Provincias, el 23 de enero de 2013)
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