Con el derbi frente al Levante en el inmediato horizonte, ahora mismo lo que toca es la Europa League donde el equipo está obligado a dar mañana un paso al frente. Los que se llaman más valencianistas que nadie utilizarán lo de tanto monta, monta tanto. Tendrán sus preferencias, pero ninguno admitiría una elección de torneo. Las dos competiciones son una obligación para el Valencia. Además, después de caer en la Champions, esta de ahora “se vendió” como una panacea. La semifinal está a tiro de piedra. El AZ Alkmaar, líder de la liga holandesa, podrá ser incómodo, pero no es ningún coco y aunque el Valencia se asusta pronto, no es cuestión de desaprovechar la oportunidad. Lo mismo ocurre con la Liga. Quedan nueve partidos para alcanzar la meta (la tercera plaza), el equipo aún tiene una mínima ventaja, y está obligado a mantener ese privilegio. Cambiando el piñón, apretando los dientes, lo que sea para cruzar la pancarta antes que el resto. La terapia que ha impuesto Llorente no ha sido nueva. En otras oportunidades y con otros protagonistas ya echó mano de ese método para hacer piña, que es lo que más necesita el equipo. La clasificación europea es una obligación para el buen funcionamiento financiero de la sociedad. El tiempo dirá si la fórmula de Llorente ha sido positiva. Otras veces dio resultado. Pero hubo elección de comensales y eso siempre provoca descontentos. Estuvo Braulio y no Unai. ¿Esa ausencia? A pesar de estar al tanto de todo, su baja tiene una lectura especial. ¿Mayor libertad de expresión de los jugadores? Pues entonces, sí. ¡Ya lo creo que tiene una lectura especial!
378 (Publicado en Las Provincias el 28 de marzo de 2012)
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