-¡Hola don Pepito! -¡Hola don José! -¿Pasó usted por Paterna? -¿Por Paterna yo pasé? -¿Y vio usted al entrenador? -Al entrenador yo vi. -¡Adiós don Pepito! -¡Adiós don José! Manolo Llorente estuvo ayer en la ciudad deportiva del Valencia, pero se limitó a mantener una breve charla con Unai. Como tantas otras veces. El argumento versó sobre el inmediato futuro del equipo, porque el del técnico no ofrece tantas dudas. No hubo “llorentina” a los jugadores y aunque en los pasillos se cruzó con algunos futbolistas, la charla no superó un hola y un adiós. La actitud del presidente hay que considerarla más testimonial que otra cosa. Algo así como una medida de presión o, mejor dicho, de recordatorio, no sea que a alguno se le olvide que en el Valencia hay un jefe, que a lo mejor hay quien lo pasa por alto. La visita del presidente no fue, pues, una sorpresa. Al contrario. Después de repetidos traspiés del equipo y de los pañuelos en la gradas de Mestalla para despedir a los jugadores y entrenador (aunque encarados hacia el palco, que eso debe de joder), era de esperar. Lo de ganar la tercera plaza con la gorra sigue siendo una realidad, algo tangible por la calidad propia y las deficiencias ajenas. Pero cuando en la carrera de obstáculos se pasan las vallas trastabillando una y otra vez, y cada vez más, “malament”. Ya no es lo de la Europa League, que también. En el Valencia lo que preocupa, y mucho, es que se pongan en riesgo los quince millones de euros que supone la clasificación para la Champions, porque son imprescindibles para cuadrar el próximo ejercicio. -Eso es lo que debe de tener muy claro, don Pepito. -¡Sí, don José!
372 (Publicado en Las Provincias el 14 de marzo de 2012)
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