Claro, que cada uno ve la feria desde su atalaya, y los madridistas se aferrarán a la goleada del último ejercicio, aparte de que esta temporada, más presionado, el equipo tiene mejor tino que en la anterior. Pero dejando al margen la bondad de las cifras, cada semana hay que desarrollar los argumentos y eso es lo que contará el sábado, sobre el nuevo tapete de Mestalla.
A pesar de que todavía no se ha cubierto siquiera un tercio de la Liga, el partido tiene pinta de que va a marcar bastante cosas. En los últimos días los aficionados hablan de lo mucho que esperan de su equipo. Siempre que llega el líder, un rival de enjundia, aumenta la pasión, y aunque después la visión de la grada determina que el juego del Valencia no acaba de ilusionar (¿qué fue antes, el huevo o la gallina?), hoy por hoy el equipo está en disposición de demostrar que la Liga no es sólo cosa de dos, como se dice. No, señor. Por lo menos, aún no, aunque la lozanía económica de merengues y azulgranas les haya dado para comprarse limusinas.
Si el partido termina con victoria madridista, el equipo de Mourinho se destacaría con siete puntos de ventaja. Demasiado ya. Pero si es el Valencia quien gana, la cabeza de la clasificación quedaría en un pañuelo. Y, aparte de eso, que sería mucho, el triunfo podría y debería de convertirse en un punto de inflexión, en una especie de banderín de enganche para darle un arreón a los seguidores, que en los últimos tiempos han quitado el pie del acelerador. Por eso para el Valencia se trata de un partido con valor añadido.
324 (Publicado en Las Provincias el 16 de noviembre de 2011)
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