Pasa el tiempo, se vuelven a encontrar y el vendedor le pregunta cómo le iba con el caballo, a lo que el nuevo propietario, fuera de sus casillas, exclama: «¿Qué cómo va? ¡Pues fatal, porque ni lava la ropa ni va a por la prensa y además tengo la casa llena de boñigos!», a lo que el otro le replica: «¡Tú habla así del caballo y verás cuando quieras venderlo...!»
Salvando todas las distancias, esta historia me recuerda lo que ocurre en el Valencia con Miguel Brito, al que el club ha intentado colocar por todos los medios, porque está cansado de darle oportunidades. El luso es uno de los mejores laterales que hay en el fútbol español, pero ni le acompaña una continuidad en el rendimiento y mucho menos le favorecen las conductas poco recomendables e incluso violentas que ha tenido fuera de los campos.
«Mi error fue estar en el sitio equivocado a la hora equivocada», se exculpó en cierta ocasión. Sus devaneos han sido continuos desde que llegó en el verano de 2005. Después de tropecientas salidas de tiesto, estando castigado en la pasada campaña, para sorpresa del personal Emery le tendió una mano amiga, como enésimo voto de confianza, aunque lo cierto es que aquello tuvo más apariencia de necesidad que de indulto.
Ahora, antes de colocarle el cartelito de tercer lateral, el Valencia está decidido a rescindir a Miguel sin abonar el total del contrato (cosa que él no acepta) o encontrar un comprador foráneo (aún puede producirse). Pero claro, con todo lo que se ha dicho del luso, ¿quién es el iluso que cree que alguien va a poner los duros sobre la mesa? ¡Cuenta, cuenta todo lo que ha pasado, a ver quién te lo compra...!
293. (Publicado en Las Provincias el 2 de septiembre de 2011)
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