Al terminar el primer tiempo la imagen del equipo de Unai no fue la de un grupo decidido a dar la vuelta al resultado, con holgura. Al contrario. El Valencia, como alma en pena, había estado vagando, despistado, por el terreno madrileño y como enfrente no había nada del otro mundo, con un leve empujoncito tuvo suficiente para resolver la papeleta. El fusilero Soldado fue una realidad.
Más dudas. ¿Acaso es ficción la incógnita que plantea la continuidad de Unai? ¿O todo decidido? Este asunto se convierte en un argumento de tertulias porque, al igual que el año pasado, el presidente alimenta la especulación porque sigue sin definir el plan de futuro. A ocho jornadas para que se acabe la Liga, el aficionado desconoce quién será el entrenador la próxima temporada. Seguramente Llorente antepondrá el pragmatismo que le caracteriza a la confianza en un proyecto.
Sin embargo ese proceder puede desembocar en que si el Valencia no alcanza el objetivo fijado y decide prescindir del técnico, si no tiene ya atado al sucesor, a lo mejor es tarde para encontrarlo. O pude ocurrir al revés. Que se le logre la meta y que cuando le ponga a Unai sobre la mesa el contrato de ampliación, decline firmarlo alegando que, con tanta demora, ya había comprometido el baile. ¿Esto será realidad o ficción? Como pregonó Descartes, para alcanzar una verdad hay empezar dudando de todo aquello que se pueda dudar.
231. (Publicado en Las Provincias, 4 de abril de 2011)
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