No hay acuerdo. El personal está dividido y mosqueado. Ni le gusta lo que hay ni lo que se avecina, pero menos soporta que le machaquen con el único argumento de determinados políticos. Eso del «y tú más» al que hace unos días puso de vuelta y media la admirada Carmen Posadas.
En el Valencia tampoco hay acuerdo sobre el futuro de Unai. Tengo la sensación de que mientras Llorente deshoja la margarita con toda la pachorra del mundo, entre los aficionados no hay unanimidad respecto a si el entrenador debe seguir. «¿Y si se va, a quién van a traer?» he escuchado por ahí. La situación es de ni sí ni no, sino todo lo contrario, aunque a siete jornadas para el final de la Liga el técnico mantenga al equipo en tercera posición, con un colchón de siete puntos sobre el perseguidor Villarreal.
Unai siempre ha defendido que trabajaba en el Valencia como si fuera a estar toda la vida, pero en las últimas horas ha apostillado que su continuidad es algo que depende de dos, aludiendo a la decisión del club y a la suya propia.
Me da en la nariz que algo ha cambiado. Si antes no ofrecía dudas el argumento de Unai ahora invita a pensar que en el supuesto de que Llorente le presente la ampliación del contrato, esta vez el técnico no sólo exigirá el bolígrafo para firmar, que fue la broma que circuló el año pasado al referirse a sus reivindicaciones.
El Valencia, pim pam, pim pam, de la mano de Unai ha ido superando dificultades y en la Liga lleva una trayectoria que muy pocos imaginaban al inicio del campeonato. Puede ser el principio del futuro, pero no veo un final feliz ni imagino a Manolo diciéndolo al técnico «este puede ser el inicio de una gran amistad». Esto no es cine.
234. (Publicado en Las Provincias, 13 de abril de 2011)
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