La disyuntiva ahora llega a la portería. Guaita o César. Unos defienden la continuidad del canterano, porque ha respondido con solvencia en los momentos de necesidad, y otros apuestan por el veterano guardameta, ya restablecido, y aducen que hasta el momento de su lesión lució aureola de santo.
Unai tiene la última palabra y su elección resulta más sencilla desde el prisma deportivo que desde la óptica popular. Guaita, César e incluso Moyá si estuviera en condiciones no deben generar debates. Siempre ha de jugar el que el entrenador considere que se encuentra en mejor estado de forma física y anímica. Lo demás son decisiones arbitrarias, como ocurrió en enero de 2000 con Cañizares y Palop: tras la lesión del primero en Eindhoven y una brillante presencia del valenciano, Cúper 'aprovechó' un 4-2 en La Romareda para dar la vuelta a la tortilla.
Desde su llegada al Valencia, Unai se ha encontrado con más detractores que adeptos (nada nuevo bajo el sol). Cada semana le han cuestionado diferentes asuntos, unos de consideración y otros intrascendentes. Han sido los debates sobre la conveniente alineación de determinado futbolista, las rotaciones o el sistema de juego (lo del 4-3-3 o el 4-4-2 que sigue en boca de muchos). Incluso la polémica ha descendido a absurdas nimiedades, como los reproches por los gestos que durante los partidos hace o deja de hacer desde la banda.
Unai es consciente de que aquí prevalece el «estás conmigo o contra mí», que cada aficionado es un entrenador en potencia y que igual que se puso entredicho que mantuviera tres porteros en la plantilla, alguien esperará a conocer el resultado para poner el acento al veredicto. Es su sino.
183. (Publicado en Las Provincias, 13 de diciembre de 2010)
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