Con independencia de la necesidad de soltar lastre, la coyuntura que atraviesa el Valencia fuerza a mirar y mimar más que nunca el vivero de la ciudad deportiva. Un club que después de una ampliación de capital ha tenido que traspasar a dos de sus estrellas, anunciar recortes por los cuatro costados, y aún así sigue endeudado, necesariamente ha de pensar más en la cantera que en la cartera para reforzar la primera plantilla.
El Athletic nunca quiso mirar más allá de lo que tenía en casa y se convirtió en el paradigma del trabajo con la cantera. Ha sido la envidia de muchos clubes, aunque los presidentes a los que se les llenaba la boca al hablar de la base, terminaron por sucumbir ante la presión popular, porque esa política exige una inversión a largo plazo y ellos vivían al día.
El Barça es hoy el caso más significativo del fruto del trabajo de cantera en el fútbol español, con la cosecha de los Xavi, Iniesta, Puyol, Piqué, Messi, Valdés, Pedro o Busquets. Pero no es de este año ni del pasado. Viene de lejos.
El canterano no adquiere confianza de la noche a la mañana. Necesita ayudas y una fundamental es que el patrón de juego del equipo en el que milita sea el mismo del equipo superior para que cuando se reclame su ascenso tenga menos dificultades de adaptación.
No sé si esto valdrá para el Valencia. Si Emery, con sólo un año de contrato, va a ser atrevido, y sobre todo, si tendrá suficientes competencias como para decidir que todos los equipos inferiores bailen al son de la música que el ponga.
126. (Las Provincias, 26 de julio de 2010)
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