El Valencia necesita ahora mismo más
prudencia que nunca. Hace cuatro años comencé una columna con esta misma frase
o al menos una parecida. Entonces lo hice en referencia al último episodio que
había protagonizado Miguel Brito, del que hace tiempo que se ha pasado página y
ha caído en el olvido. Ahora se trata de Rami, otro jugador díscolo, por
llamarlo de alguna manera, que se ha puesto en evidencia y, como aquel otro, ha
centralizado un inmerecido protagonismo, en este caso por unas irrespetuosas
declaraciones hacia sus compañeros y entrenador.
Aunque el sentimiento puede llevar, y de
hecho la mayor parte de las veces conduce a respuestas precipitadas y
contundentes, el Valencia, como institución, debe estar por encima de la
vehemencia. La reflexión ha de ser prioritaria para tapar la grieta que ha
abierto Rami y encontrar la solución que más favorezca al club.
Con independencia de las sanciones
económicas máximas y mínimas que establece el reglamento disciplinario -son
cifras irrisorias para las cuantías que se manejan en los contratos- y de lo
que puedan argumentar los juristas para incrementar un castigo, conviene tener
muy presente que el jugador francés es un patrimonio de la sociedad; que costó
alrededor de seis millones de euros, que le queda año y medio de contrato, y
que la economía del Valencia no está como para regalos.
La historia se repite. Igual que hace unos
años con Miguel, el Valencia está decidido a rescindir el contrato con Rami. Y de la misma
manera que entonces, en el decorado, al fondo, aparece el Mundial, un
caramelito cerrar la salida del internacional francés. El cartel de "se
traspasa" no debería implicar que haya que rebajar el precio, porque si el
club tiene interés en deshacerse del jugador, él también debe tener ganas de
salir si echa a vista hacia Brasil 2014 y es consciente de que aquí ha pinchado
en hueso.
P. D.: Pero, ¡mucho ojo!, que la experiencia dice
que en este mundo del fútbol se suceden los matrimonios de conveniencia y lo
que hoy se ve de un color, mañana tiene otro distinto.
523 (Publicado en Las Provincias, el 27 de septiembre de 2013)
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