El fútbol hispano, igual que la política, está inmerso en un bipartidismo
casi absoluto. Lo de monopolizar todo alrededor de Real Madrid o Barça llega a cansa.
Que si ha de jugar Diego López o Casillas; que si Messi es mejor o peor que Ronaldo;
que si Pepe es tan duro como Diego Alves; que si en fichajes este se ha gastado
más que el otro (por cierto, me gustaría que alguien me explicara a partir de
qué cifra se puede considerar "una falta de respeto para el mundo en
general")... Menos mal que desde la noche del miércoles se está hablando bastante
más del carácter y genio que derrochó el Atlético en el Camp Nou que de esas otras
cosas que acaparan los debates y tertulias televisivas nacionales.
Al final de la corrida pasará lo que pasará, que probablemente será lo de los
últimos años, ya que entre otras prebendas los comparsas acabaron bajándose los
pantalones hasta los tobillos y de esta forma permitieron un arbitrario reparto
del pastel televisivo que ha encumbrado más aún a los dos equipos que son los
que, sin dar opción al resto, vienen disputándose el título liguero. Sin
embargo, al menos por unos días, y gracias al esfuerzo de los rojiblancos, que en
la Supercopa de España se convirtieron en una china en el zapato del Barça, son
muchos quienes han visto en ese pundonor una especie de tabla de esperanza para
que de nuevo el campeonato no resulte un más de lo mismo. ¿Una quimera?
En
Mestalla, a tres días de recibir al Barça, se le mira de forma distinta. Con
respeto, sí, pero sin ningún temor, que es lo que adelantó el "Mono"
Burgos minutos antes del inicio de la segunda parte de la final del miércoles. Es
lo que se llama confianza. Y dado que además en la última jornada Djukic puso
un par de banderillas de castigo a la indolencia que los suyos mostraron en
Cornellá, ese ejemplo de los colchoneros es un acicate y proporciona mayor seguridad
en que los valencianistas, como dicen los más castizos, saldrán a morder, y de
esta forma también se convertirán en una china en el zapato del Barça. El
ejemplo lo tienen.
(520. Publicado en Las Provincias, el 30 de agosto de 2013)
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