Es una historia que se repite demasiadas veces. Cuando no es por cansancio y acumulación de partidos, es por un error arbitral; otras veces es porque el contrario aprieta o porque hay un desacierto puntual de algún futbolista. Siempre hay algo. Una justificación. Es evidente que a toda causa le sigue un efecto. Que nada sucede por casualidad. Pero, a lo mejor, conviene ampliar el campo de visión. Evitar el árbol y mirar más allá. Porque estamos hablando del Valencia, ¿eh? Esto no es el Bollullos, que una vez dijo Di Stéfano.
Ya sabemos que en esta Liga sólo ha perdido un partido y ha empatado dos. ¿Y qué? Eso no dice demasiado. Es mucho más significativo comprobar que desde hace tiempo el equipo ofrece más y más de lo mismo, sin brillantez. Y ha de llegar un momento en que, al menos, convenga preguntarse hasta cuándo va a continuar así. Porque no es de recibo que quien aspira a ser campeón (palabras de Llorente) o sueña con ganar la Champions (palabras de Unai), se pasee cada semana por el filo de la navaja y acabe los partidos apretando el culo.
Ahora que el Valencia se dispone a afrontar en Leverkusen el ser o no ser en la competición europea, Unai debería echar mano de un espejo y, en la soledad de su despacho, sin quitar la vista del cristal, repetir las argumentaciones que ha venido haciendo después de cada partido.
312. (Publicado en Las Provincias, el 17 de octubre de 2011)
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