Aunque la fortuna no es mala compañera de viaje, al Valencia de mañana hay que desearle sobre todo trabajo, porque a pesar de los titubeos que de vez en cuando muestra el equipo, también ha dicho que sabe hasta dónde puede llegar, especialmente cuando hay jugadores que muestran mayor implicación que mostraron en el pasado reciente.
Hace dos semanas, antes del partido de Leverkusen, la única apuesta válida era el hacer piña porque el equipo se disponía a afrontar un partido más que decisivo. Una final. En los encuentros previos el equipo había dado muestras de debilidad y esa ocasión recuerdo que escribí que por las circunstancias no había que poner ni un pero. No era el momento. Había demasiado en juego. Era de las pocas ocasiones en que el resultadismo estaba por encima de cualquier otra consideración.
Ahora sucede lo mismo, pero con acento y tilde añadidos. En aquel partido, a pesar del impresionante arranque, el Valencia acabó contra las cuerdas y desaprovechó una oportunidad que mañana ha de recuperar sí o sí.
Aunque lamentablemente ahora mismo es difícil que Mestalla reviva aquellas noches mágicas en las que no cabía una alfiler en las gradas (Lazio, Fiorentina, Barça, Arsenal.), la presencia del llamado jugador número doce es importante. El equipo lo agradece y lo necesita tanto como el trabajo, que está por encima de la suerte. Visto lo visto, este Valencia no precisa echar mano de la fortuna para noquear a los alemanes. No nos engañemos. Basta con que ponga intensidad.
318 (Publicado en Las Provincias, el 31 de octubre de 2011)
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