Hace
ya algunos años, antes de que Paterna fuera una realidad, cuando el Valencia se
ejercitaba en un terreno anexo a la zona de Mestalla que recae en la avenida de
Aragón y los entonces becarios acudíamos allí a hacer las entrevistas, un
veterano periodista, que fue uno de mis maestros, me aconsejó que no hiciera
amistad con los jugadores, a pesar de que casi éramos de la misma quinta y en
ocasiones compartíamos unas claritas después de los entrenamientos.
"Siempre serás más objetivo. La amistad guárdala para cuando se
retiren", me dijo.
Hasta
hoy David Albelda ha sido la excepción de aquella regla que seguí a rajatabla. A modo de disculpa, que no hay porqué,
referiré que le conozco desde que su padre, Pepe, amigo y ejemplar ex ciclista
profesional, durante una etapa de la Vuelta a la Comunidad me habló de su
chaval de quince años que empezaba a destacar en el juvenil del Valencia.
"Has de veure jugar al meu nebot!", también me espetó al poco tiempo
su tío Paco, otro ex profesional del ciclismo.
Desde
entonces seguí de cerca la trayectoria de David. Su paso por el Mestalleta, las
cesiones al Villarreal, el debut en el Valencia, en la selección, los éxitos,
muchos... y los momentos de dificultad, que no han sido pocos. Y fui su amigo,
y precisamente por eso hubo respeto mutuo. Ni confidencias ni jabón en las crónicas.
Como
todos los aficionados conocen al David futbolista, en este adiós me centro en
el David persona, un gran tipo, que nadie puede imaginar lo que ha sufrido en
los últimos años para recuperar el crédito que algunos le negaron cuando no
tuvo otra que enfrentarse a quien dominaba la sociedad y trataba de cortarle
las alas.
Ahora
mismo es imposible imaginar a David despotricando de nadie. Y eso que se va muy
dolido. Pero es un capitán... Tenía ofertas y cuerda para rato. Sin embargo su
continuidad no sólo era cuestión de dinero. Para él el fútbol es bastante más.
El Valencia, su equipo, ha sido un sentimiento muy difícil de igualar.
Aunque eso es algo que probablemente algunas personas no podrán entender
nunca porque no saben lo que significa. Y eso también le duele.
518 (Publicado en Las
Provincias el 9 de agosto de 2013)
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