De repente surgen asuntos que distraen la atención del
personal. En política ocurre con frecuencia y a más de uno le viene de
rechupete. Ya me dirán si lo de Messi y Hacienda no ha restado protagonismo a
otras cuestiones que son merecedoras de bastante más que una indignación.
Esto viene a cuento de las declaraciones que ayer hizo
Soldado, que por unas horas aparcó el debate por el reciente adiós de su
compañero Albelda. Sin embargo son asuntos con suficiente enjundia como para
darles autonomía.
Seguramente Soldado le estará dando vueltas y pensará si
midió bien sus andanadas. Por un lado su compromiso con el Valencia y Djukic ha
quedado en entredicho y, aunque habló de más cosas, desde otro ángulo se
valorara que sólo pretendía calificar de halago el interés que otros clubes
muestran por él. Cuestión de dioptrías.
Ocurre lo mismo con la despedida de Albelda, que sigue
arañando comentarios, en este caso por el fondo y por la forma. Se oyen
opiniones en contra y a favor, sin medias tintas, lo que determina que se trata
de un futbolista que no deja indiferente a nadie. Hace un par de meses se
intuía su adiós pero hoy todavía continúa el intercambio de criterios.
No se trata de discutir si Albelda estaría o no en
condiciones de rendir una temporada más al nivel que exige el entrenador. El
debate es otro. Se centra en la forma en que se ha producido la decisión de
prescindir de un líder con tanta ascendencia en el vestuario. Aunque quizá ahí
precisamente radica la decisión...
Amadeo Salvo priorizó que hubiera unanimidad entre el
director deportivo y el técnico (sin acuerdo de ambos le hubiera ofrecido la
renovación), pero quien ha acabado asumiendo el marrón de mostrar la puerta al
capitán ha sido Djukic. Y eso puede pasarle factura. La responsabilidad en la
confección de la plantilla no es suya y todos sabemos que cuando los resultados
no acompañan la cuerda recibe máxima la presión en ese tramo. ¡Como para meter
en la mochila una decisión tan significativa!
516 (Publicado en Las Provincias el 14 de junio de 2013)
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